martes, 31 de agosto de 2010

¿No les ha pasado a Vds?


(JODIDO CUENTACUENTOS) 2ª Entrega




Libertad.

La verdad es que madre, lo que se dice madre, no había tenido nunca. Claro que había nacido en un hospital con parto y todo. Pero, apenas si pasó la revisión que los médicos hacen a los recién nacidos, el pediatra, echando mano de la mayor delicadeza de que fue capaz, les anunció: -“sana está muy sana, pero será ciega.” Su madre se levantó y mirando a ninguna parte se despidió:- “Lo siento Arturo, será lo mejor, créeme”.
Un aire helado le recorría todo el cuerpo a Arturo, cortándole la respiración, pero ni en este caso ni nunca más hablaría de ella ni la buscaría ni siquiera mencionaría su nombre.
Libertad si que se preguntaría quién era aquella mujer, Cómo serían sus ojos… Sobre todo después de saber que Arturo no era su padre biológico. Preguntas que siempre esperaban a un momento más oportuno y que ya nunca podría hacer.
Qué cercano parecía el lejano día en que un policía había llamado a la puerta de la buhardilla en que hasta entonces habían vivido, diciendo con voz de mando, a la vez que le entregaba atada una bolsa de basura negra:-“ Conducía muy borracho”.
Libertad le dio con la puerta en las narices diciendo en voz alta:”- Querrías decir empapado en alcohol, supongo; ¡qué sabéis vosotros!, no sabéis nada.”

La noche siguiente, el mejor amigo de Arturo, que era caricaturista y pobre, dando patadas a unas latas, se pararía debajo de su ventana repitiendo una y otra vez: -”Jodido cuenta cuentos, me has plantado en la penúltima y eso no se le hace a un amigo”. Hasta que el agotamiento lo dejó sin fuerzas y sin voz. Esa sería la despedida más sentida de todas las que Arturo había tenido en un funeral laico y repleto de autoridades, cantautores y algún que otro escritor, entre los que se hacía notar Amalia.

Cuando Libertad se había atrevido a preguntar quién era aquella señora que frecuentaba la casa, Arturo le contestaría:-“amigos y finalistas del Planeta”. Entre líneas Libertad leería:-“amantes fijos discontinuos”.

Lo del premio había sido en el setenta y tantos, Libertad se enteraría mucho más tarde, una tarde, Arturo había llegado con un billete de avión, (lo que significaba claramente un ingreso extra), y los papeles en regla para que ella y Amadeus se fueran tres meses a EEUU a una escuela que educan a los perros de los ciegos y viceversa.


Amadeus

La tarde en que Amadeus había llegado a casa era una de las más felices que Libertad recordaría nunca. El cachorro que no era más grande que el conejo de ojos muy grandes de pelo de verdad que Arturo le había traído de la Yugoslavia de Tito. Y que, casualmente se llamaba Tito.
Amadeus no tardó en desplazarlo primero, y convertirlo después en un amigo inseparable, eso sí: sin ojos ni lengua y con una sola oreja. Todo el mundo decía que Arturo y Tito-el Presidente no el conejo-eran muy amigos.

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