viernes, 10 de diciembre de 2010

¿No les ha pasado a Vds. que, un día de pronto se den cuenta que, a veces, cualquier tiempo pasado , sí fue mejor?












MIS DEUDAS CON LOS "SIN TECHO"

Cuando yo era pequeña, no existían los “Sin Techo”. Por lo menos, no existían en mi pueblo. Claro que había mendigos, transeúntes, vagabundos…, e incluso un borracho conocido: El Negro Castaño. Pero todos, sin excepción, tenían por lo menos, un techo.
Eran ellos mismos quienes escogían. Entre sus techos preferidos destacaban: La casa abandonada, el pajar de la casa del padre del cura, el hórreo de Juanita o el llagar de casa de mi abuelo. Además de techo, cuando volvían- adquiriendo así la categoría de ciudadanos fijos discontinuos-, se les ponía un mote, como a cualquier vecino, e incluso eran hasta tal punto esperados en las mismas fechas que, si alguno se retrasaba, esta ausencia, se ponía en conocimiento del Juez .

Un agradecido recuerdo para : La Colla y el Chinel, Cabeza de Plata y el Peregrino; el Negro Castaño, el Negro estaba… casi siempre.

-Hola Negro
-Hola Don X
-¿Qué te cuentas?
Y, siempre, cuando estaba muy borracho decía: “Oiga... Vd. Sabe que es verdad, yo con Franco, tú por tú, como carajo en la aldea”. Fue la primera persona a quien yo oía hablar de Franco.

Seguro que le debo mi cuidado especial con el alcohol.

La Colla y el Chinel se alojaban siempre en la casa abandonada. Ella, explicaba a todo aquel que la quisiera escuchar, que era suya, la casa, por una herencia.

A Chinel, la pareja de la Colla, lo conocí una tarde en la tienda de “ Pacita pa Rato”.

-Chinel ,¿ya de vuelta?
-Pues sí, dame un lazo de raso ancho, Pacita.
-¿De qué color, rosa?
-sí…, o amarillo.
-Quiere la Colla hacerse una trenza?
-No, ¡que va! es para el gato, queremos colocarlo encima de “la tele”.
Más tarde supe que el gato, era de verdad y negro. Lo que nunca llegué a saber era si Chinel habría conseguido que se estuviera quieto encima de la tele…

A ellos les agradezco, casi seguro, mi amor por los animales de compañía.

En el pajar, solía quedarse Cabeza Plata. Los niños de la escuela me contaron que "tenía por dentro la cabeza de plata por una bomba de cuando la guerra, porque era maestro y republicano". ( Tardaría mucho en relacionar: guerra, maestro, republicano Y, todavía no estoy muy segura de haberlo entendido bien...). Tampoco sé cómo lo sabían ellos, los niños; porque era además de cojo, mudo.


De él aprendería a no mostrarle mi miedo nunca a nadie.

El peregrino era punto y aparte. Siempre venía de Santiago. De exquisita educación, se abrigaba con una prenda de color marrón descolorido, cubierta de conchas de vieira. Educadamente, le pedía el llagar a mi abuelo para dormir, sólo se quedaba una noche. Me daba una de sus conchas, que yo utilizaba como semillero y, antes de irse, se despedía de mi abuelo con frases del tipo:
-Cuando llegue, le mandaré una postal con mi silencio.
-Con dios, le contestaba, mucho más parco, mi abuelo.

Fue, sin duda él, el culpable de mi gusto por viajar. Y por escribir.