sábado, 25 de diciembre de 2010

No les ha pasado a Vds que sientan cierta curiosidad, cuando leen historias como...



La solterona.

Leopolda de Andrade y López ( 1917-1950)
Leopolda de Andrade y López, había padecido de todo tipo de burlas en el pueblo , sólo porque no se le había conocido nunca un novio. Por mucho que ella, se ausentara durante largas temporadas con su familia y que volviera contando a sus amigas, secretas relaciones con no menos secretos pretendientes. Nunca le creerían.

-Han llegado los de Andrade.
-¿Y esta vez, cuántas novios se ha inventado la solterona?
-Mujer, alguno, alguno habrá...¡Veranean en San Sebastián!
-Ya, por eso nunca nadie le ha visto con ninguno, esa se queda pa vestir santos
-Mira que fue guapa
- Y su padre , ¡que les ha dejado mucho!.
Se habían empezado a mofar de ella en el bar del pueblo los hombres, con bromas y apuestas de mal gusto, primero. Después, las amigas, que se juntaban para ir a la Novena y más tarde, hasta los niños al salir de la escuela. Así que Leopolda, después de la muerte de su madre, apenas salía de su casa.

Hasta que un día cuchichenban en corrillos, todos se daban golpes de pecho cuando la encontró Don Serafín el médico, muerta una mañana. Pero no se dolían de su muerte, se retorcían de envidia porque decían que la había encontrado muerta abrazada a una cajita… Llena de cartas de amor. Enlazadas, en diferentes paquetitos, las había estado guardando según un meticuloso orden epistolar. Todas, había estado recibiéndolas en la casa de su tía Elena, que vivía en la capital. Y decían que "era independiente y demasiado moderna para ser decente”.
(Verano del 33- Verano del 34, verano del al 35)
Carta primera
Muy amada mía: Teniendo necesidad de hablarle de un asunto importante para ambos, le suplico se sirva a concederme una cita, en la seguridad de que se lo agradecerá su afectísimo s. s. q. s. p.b.,
Lorenzo


Carta segunda
Distinguida señorita: Hace ya bastantes días que busco afanosamente una ocasión propicia para hablarle, mas como ésta no llega, cual fuera mi deseo, suplico a usted se sirva indicarme día, lugar y hora en que podamos vernos para tratar de un asunto que a ambos nos interesa, y del cual quizá dependa nuestra felicidad.
Arturo

Carta tercera
Mi dulce Leopolda: Me he enterado , por conducto extraño, de ciertas circunstancias que se reúnen en el transcurso de mi cariño y como me molestan profundamente las situaciones equívocas , te suplico me indiques qué día y a qué hora puedo acompañarte a la salida del casino para que puedas aclararme si es cierto este asunto.
Tuyo siempre
Carlos
(…)
Carta sextuagésima
Mi entrañable prima Leopolda: Acabo de llegar a San Sebastián, después de tantos meses de ausencia, ya comprenderás las ganitas que tengo de estrechar tu delicada mano y mirarme en el fondo de tus ojos. ¿No me habrás olvidado este invierno, verdad? ¿Podrá ser mañana mismo a las cinco?
Te espera donde siempre tu loco enamorado,
Manuel

Y, ésta al menos, tuvo respuesta por su parte, pero que inexplicablemente no llegó a enviar…

Querido Manuel: Con la alegría que has de suponer he recibido tu carta, Ya me extrañaba que pudieses estar tanto tiempo sin ver a “la dulce Leo”, como te gustaba llamarme en privado el pasado verano. Sepas con todo mi atrevimiento yo también te esperaba ilusionada.
Así pues, aguárdame mañana donde siempre a la hora de costumbre y recibe todo mi afecto.
Tuya
Leopolda.
Depués, dicen que vino la Guerra Civil.
Así, había ido guardando Leopolda de Andrade y López, hasta sesenta cartas…, de once pretendientes diferentes, de los tres años posteriores a su dieciséis cumpleaños...
Nota de la autora
La historia es ...real. Me la contó hace unos años mi madre, se la había contado mi abuela Elena, hija adoptiva de Serafín, mi bisabuelo... Las cartas, las sesenta, obran en mi poder, junto con la cajita, que es de música;
pero esa es otra historia.