jueves, 2 de septiembre de 2010

¿No les ha pasado a Vds.?

JODIDO CUENTACUENTOS ( Última entrega ;)

Arturo.

Esta vez la duda de Arturo era ancha y larga.
-Desde el caótico día en que entré en coma vegetativo, he inventado muchas historias y todas, tenían ese principio autobiográfico que te permite enjuiciar desde tu punto de vista a los personajes a los que yo mismo doy vida, pero por alguna razón terminan volviéndose peligrosamente independientes hasta el punto de obligarme a precipitar el final. Por eso los voy dejando inconclusos.
Éste no, Libertad no me perdonaría nunca que la hiciese sentir personaje secundario, y a modo de actriz de reparto le diese un pequeño papelito sin importancia; que yo un vegetal, la inventase, porque crear es mi única forma de saberme vivo.
El verdadero drama sería que sólo yo sé de la existencia de Libertad. Y creo-sé- que me estoy enamorando de ella.

-“El médico y la familia han decidido desconectarle una vez leído su Testamento Vital”. Esta voz le sonó metálica y casi irreal
-Ah, ¿pero éste, tenía familia?, contestaría otra voz, ésta ya apenas si pudo escucharla.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿No les ha pasado a Vds)

JODIDO CUENTACUENTOS ( 3ª entrega)



El Paseo.

Como cada tarde, Amadeus daría el paseo que los perros suelen dar a los dueños antes o después de la cena.
Aquel hombre sospechosos de casi todo ya no estaba. Libertad no llegó a casa, como tantas veces, relajada, algo por dentro que no era capaz de identificar, la inquietaba y mucho. Esa noche durmió mal. Escuchando un programa nocturno de radio, ya de madrugada, alguien sugería a la periodista que lo conducía, que las cosas tenían una especie de vida propia. Libertad rompió sin querer el vaso lleno de agua que se llevaba cada noche y se durmió pensando en que el vaso se habría suicidado. El resto de la noche estuvo plagado de pesadillas.

Al día siguiente era sábado y decidió ir a una librería de viejo. Buscó, no era la primera vez, un libro, del que no sabía ni autor ni título: “La esfinge asesina”, “El enigma de la esfinge”…, ante la hilaridad del librero, después de aventurarse con algún posible autor, decidió intentarlo con el argumento: “-Una esfinge feroz que aniquilaba a todo aquel que no era capaz de descifrar el enigma que ella misma les proponía…” Acabó por irse con la paciencia del vendedor, y el nombre del autor en la punta de la lengua.

Desconocía, y tampoco parecía interesarle mucho, si los videntes consideraban a los ciegos como inmersos en una terrible oscuridad mental, iba absorta en esta reflexión, cuando una pareja se le acercó para pedirle dinero para el autobús, se lo dio a sabiendas de que eran de esos que nunca van a ninguna parte. Notó como la compadecían, recogió indulgente la pena que les producía y zanganeó sentada en un banco con la sensación de no estar perdiéndose nada importante en ese momento.

Se entristeció pensando en que pronto no podría pasear con Amadeus por un descampado que tenía un cierto encanto. Contaban que, detrás de un paredón, durante años, se había enterrado a los cómicos y otras gentes de mal vivir. Y que aquellas almas, terminaban redimiéndose, cuando un cura de oficio, les oficiaba unas misas por encargo, de alguna persona caritativa, que era muy probablemente, alguna de las más fervientes defensoras de que no se acercasen a más de una legua de las buenas gentes, cuando estaban vivos. Sabía, que el descampado había caído en manos de alguna constructora, porque el amable vendedor de la inmobiliaria la había llamado para ofrecerle amablemente un piso mayor en su misma zona.
De vuelta a casa, caminó intentando recordar como Arturo, nunca le había mentido con falsas curaciones, lo que la ayudaría a saber, desde muy pequeña que, siempre su visión del mundo sería diferente

Al llegar al portal, el hombrecillo, que todavía barría la calle, le saludaría de una forma especialmente amable. A Libertad le pareció que era la voz de Arturo. -”Esa voz...debo de estar volviéndome loca…”
Ya en el interior de la casa, intentó calmarse escribiendo historias, lo hacía a menudo y solía servirle para sentir paz.


La historia.

-“De música de fondo un oboe. Mientras un mimo se mira al espejo que le devuelve la imagen de Autólico, amor de Calías , hijo de Hipólito, dotado de una extraordinaria belleza.
Concierto de cítara y oboe.
El mimo, atónito, contempla como al desmaquillarse puede verse en el espejo como Crío, atleta de Égina y así, hasta diez personajes más de la Grecia Clásica. Hasta que el rostro reflejado es el de Arturo.
¿Quién desmentía a quién?”-
No firmaría el escrito, eso sí, encestaría a la primera en su papelera, cuestión de práctica, como casi todo.”

martes, 31 de agosto de 2010

¿No les ha pasado a Vds?


(JODIDO CUENTACUENTOS) 2ª Entrega




Libertad.

La verdad es que madre, lo que se dice madre, no había tenido nunca. Claro que había nacido en un hospital con parto y todo. Pero, apenas si pasó la revisión que los médicos hacen a los recién nacidos, el pediatra, echando mano de la mayor delicadeza de que fue capaz, les anunció: -“sana está muy sana, pero será ciega.” Su madre se levantó y mirando a ninguna parte se despidió:- “Lo siento Arturo, será lo mejor, créeme”.
Un aire helado le recorría todo el cuerpo a Arturo, cortándole la respiración, pero ni en este caso ni nunca más hablaría de ella ni la buscaría ni siquiera mencionaría su nombre.
Libertad si que se preguntaría quién era aquella mujer, Cómo serían sus ojos… Sobre todo después de saber que Arturo no era su padre biológico. Preguntas que siempre esperaban a un momento más oportuno y que ya nunca podría hacer.
Qué cercano parecía el lejano día en que un policía había llamado a la puerta de la buhardilla en que hasta entonces habían vivido, diciendo con voz de mando, a la vez que le entregaba atada una bolsa de basura negra:-“ Conducía muy borracho”.
Libertad le dio con la puerta en las narices diciendo en voz alta:”- Querrías decir empapado en alcohol, supongo; ¡qué sabéis vosotros!, no sabéis nada.”

La noche siguiente, el mejor amigo de Arturo, que era caricaturista y pobre, dando patadas a unas latas, se pararía debajo de su ventana repitiendo una y otra vez: -”Jodido cuenta cuentos, me has plantado en la penúltima y eso no se le hace a un amigo”. Hasta que el agotamiento lo dejó sin fuerzas y sin voz. Esa sería la despedida más sentida de todas las que Arturo había tenido en un funeral laico y repleto de autoridades, cantautores y algún que otro escritor, entre los que se hacía notar Amalia.

Cuando Libertad se había atrevido a preguntar quién era aquella señora que frecuentaba la casa, Arturo le contestaría:-“amigos y finalistas del Planeta”. Entre líneas Libertad leería:-“amantes fijos discontinuos”.

Lo del premio había sido en el setenta y tantos, Libertad se enteraría mucho más tarde, una tarde, Arturo había llegado con un billete de avión, (lo que significaba claramente un ingreso extra), y los papeles en regla para que ella y Amadeus se fueran tres meses a EEUU a una escuela que educan a los perros de los ciegos y viceversa.


Amadeus

La tarde en que Amadeus había llegado a casa era una de las más felices que Libertad recordaría nunca. El cachorro que no era más grande que el conejo de ojos muy grandes de pelo de verdad que Arturo le había traído de la Yugoslavia de Tito. Y que, casualmente se llamaba Tito.
Amadeus no tardó en desplazarlo primero, y convertirlo después en un amigo inseparable, eso sí: sin ojos ni lengua y con una sola oreja. Todo el mundo decía que Arturo y Tito-el Presidente no el conejo-eran muy amigos.

lunes, 30 de agosto de 2010

¿No les ha pasado a Vds, que revolviendo entre sus papeles en el fondo de un cajón se encuentren un viejo relato?

JODIDO CUENTACUENTOS ( Se publicará por partes, primera entrega)


El principio.

Aunque no había preguntado la hora, el hombre gris de la escoba ya no estaba barriendo la zona, eso sólo significaba que era más tarde que de costumbre. Con curiosidad por saber cómo era, qué mujer le amaría, quién se encargaría de desmentirle, abrió la puerta del portal, meciéndose entre la duda y la certeza: El barrendero le parecía sacado de un relato de M. Rhode James. No sería raro que se tratase de alguien que, se hubiese refugiado detrás de una profesión que no parecía la suya, decidido a ausentarse dios sabe el porqué. A libertad, su olor, su forma de moverse, le había inquietado desde el primer día a la vez que le provocaba una curiosidad casi incontrolable. Arturo habría opinado que era seguro que ocultaba una sórdida historia, sacando su vena irónica. Arturo tenía cierta facilidad para enhebrar sospechas y espetárselas como ciertas, a cualquiera como si nada.
Libertad saludó a Amadeus, mientras se calentaba agua para hacerse un café y reponía la suya al perro, pensó que iba a nevar, olía a frío y lumbre. A menudo le desordenaba el flequillo con sus caricias y Amadeus sonreía.


El Apartamento.

-Cincuenta metros cuadrados son cincuenta metros cuadrados, se disculparía el vendedor de la agencia. Ella, lo imaginaría tal y como era en realidad: un hombrecillo amable y no “muy sobrado en luces”. ¿Que ironía para una ciega, no creen? Lo de las luces, digo.
Enseguida se había ofrecido a cubrir los datos del contrato.
-¿Libertad, de nombre?
Se ve que ni se imaginaba la lucha que Arturo había tenido para inscribirla en el Registro con ese nombre a secas, sin María. ¿Libertad? gruñiría el funcionario acusándole por encima de unas gafas decimonónicas que le iban como anillo al dedo.
Soplaba ya seis velas cuando un Juez de Palma dictó sentencia a favor de” otro penitente” que pretendía ponerle no sé que otro nombre subversivo a su hija, Montaña, creo.

El Colegio

-Libertad a secas, vale, vale, sentenciaría indulgente el director del colegio. Que dicho sea de paso, era público y laico; (el colegio no el director). No sin antes murmurar en voz suficientemente baja como para no iniciar un diálogo, pero lo suficientemente alta como para que se le oyese:- “Rojos, éste es un rojo de esos, seguro”, a lo que Arturo, poco acostumbrado a mantener las formas, contestaría en voz alta: - “Muy agudo, si señor.”